Oración escrita a Justo Juez- Eficaz y poderosa para causas justas

Veamos por qué hacer una oración escrita a Justo Juez – eficaz y poderosa para causas justas. Cuando hablamos de Justo Juez, nos referimos justamente a Jesucristo, no es otra persona ni otro santo. ¿Quién más podría ser tan justo como Nuestro Señor?
Si nos encontramos ante la posibilidad de ser juzgado por alguna falta cometida. Cuando estamos desesperados por algún suceso o por alguna amenaza que se nos avecina. Nada más eficaz que encomendarnos ante el juez más justo y poderoso que haya conocido la humanidad.
Solo Jesucristo sería capaz de juzgarnos con infinita bondad y darnos el castigo justo por cualquier falta que hayamos cometido. Solo Él sería capaz de juzgarnos con rectitud y con amor. Además también está en la capacidad de otorgarnos el perdón si haya en nosotros verdadero arrepentimiento de corazón.
Si buscamos unas causas justas, hagamos una oración al Justo Juez
Claro muchas veces las personas que han cometido alguna falta grave, no están en contra de que se les dé su merecido castigo. Pero lo que acontece es que en algunos casos, estos castigos pueden rebasar el peso de la Ley.
Debemos recordar que la justicia de los hombres es ciega y que no es siempre justa su sentencia. Es por esta razón que las cárceles están repletas de hombres y mujeres inocentes. Que están pagando condenas por pecados que no cometieron o por personas cuyas sentencias no han sido realmente justas. Por ello levantemos nuestra voz en oración escrita a Justo Juez – eficaz y poderosa para causas justas.
Oh Justo Juez de jueces,
a ti me dirijo en este momento
de tanta desesperación
para que seas tú, mi justo juez.
No quiero ser juzgado por los hombres,
quiero que metas tu mano poderosa en este momento
y permitas que se me juzgue
de forma imparcial.
Dame el castigo que me merezco,
yo sabré aprovechar la experiencia
y esta condena me servirá como un instrumento de aprendizaje
para mis próximas actuaciones en esta vida.
Perdóname oh Señor,
como ves, halla en mi corazón
el arrepentimiento que me embarga
y te suplico que seas misericordioso y benévolo conmigo.
Yo (se dice el nombre y el apellido)
sé que he cometido una falta
que merece un castigo
como un ejemplo de corrección.
Señor te aseguro
que estoy arrepentido de haber cometido
tal pecado y te prometo
que no volveré a hacerlo.
Te prometo
que aprenderé la lección
y que no volveré
a ofenderte con mis pecados.
Yo Señor, te acepto como mi Salvador
te prometo hoy (se menciona la fecha de la promesa)
que yo, tu siervo incondicional,
no volveré a pecar con premeditación.
Asimismo si hayas falta en mi corazón,
será porque soy imperfecto,
pero pondré todo lo que a mi alcance
para que no vuelvas a avergonzarte de mí que soy tu hijo.
Te aseguro mi Justo Juez
que siempre estaré presto a escuchar
todos los consejos que nos dejaste en la Santa Biblia
para que mis caminos por esta vida sean justos y rectos como tú.
Sin embargo sabemos que clamaste a tu Padre
perdón por los pecadores que te estaban injuriando
y que te llevaron a la peor sentencia de muerte,
a la que se le aplicaba a los ladrones y criminales.
Ahora, Jesús Divino,
te pido que me asistas en este momento aciago de mi vida
y que procures ante tu Padre
el perdón de mis pecados y esta súplica de oración,
en la búsqueda de una causa justa para mí,
la hago llegar a ti Jesucristo, con humildad y pidiendo tu bendición.
Amén
El Padre Nuestro como un ejemplo de oración
Jesús nos dejó una oración para referirnos al Padre Celestial y esperar de Él una justicia Divina y misericordiosa.
Así es como Jesús nos dejó la oración del Padre Nuestro para que supiéramos pedir perdón. Cuando dice “perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”
Esta oración es una clara prueba de que nuestro Señor Jesucristo, quien fue injustamente juzgado y sentenciado a una muerte tortuosa y ominosa. Donde su carne fue expuesta a ojos de los que tanto lo amaban y donde se le dio a tomar vinagre por agua cuando dijo tener sed.
Es tan misericordioso que Él mismo clama por el perdón de aquellos. Que lo sentenciaban a muerte y le daban muerte con sus propias manos diciendo “Perdónalos Señor que no saben lo que hacen”.