Poderosa oración al Espíritu Santo frente al santísimo sacramento
El Espíritu Santo posee, junto al Padre y al Hijo, una esencia divina. Sin duda, la consagración es un momento íntimo de comunión de fe, está poderosa oración al Espíritu Santo frente al santísimo sacramento hará que la recibas con bien.
No obstante, el momento de la consagración representa la milagrosa presencia física de Jesús, simboliza el instante divino en que su cuerpo y alma se transforman en pan y vino, el cual debemos recibir confiados de su autenticidad entre nosotros.
Por lo tanto, cuando estamos frente al santísimo sacramento, orar al Espíritu Santo nos iluminará la mente y nos otorgará los dones para recibir el cuerpo y el alma de Jesús y sellar nuestra fe para convertirnos en fieles creyentes de Dios.
Poderosa oración al Espíritu Santo frente al Santísimo Sacramento
Por supuesto, adorar al santísimo sacramento es un momento sublime, antes de recibir la eucaristía debemos prepararnos espiritualmente para ello y así poder recibir a Jesús en nuestros corazones plenos y llenos de amor.
No olvidemos que la consagración es un acto de entrega de nuestra fe cristiana. Oremos
Divino Espíritu Santo, hoy vengo a ti
en este día de comunión
me arrodillo ante tu sabiduría divina
¡A ti entrego mi fe!
Hoy presento ante ti mi gratitud
por ser mi estrella orientadora y consejera.
Por supuesto, te entrego mi corazón y lo
abro pleno de fe y devoción.
Eterno santísimo Espíritu Santo,
en este momento de entrega y recibimiento,
sin duda, abro mis brazos hacia ti,
para que lo consagres con tu poder.
También, abro mi pecho
para que Jesús hijo lo habite hasta la eternidad,
asimismo, entrego a Él mi vida y mi alma.
El Padre eterno te designa para iluminarnos,
con todo, escribe y plasma en mi alma la verdad,
Con todo, en este momento glorioso no
dejes que se apague mi fe.
No permitas que dude,
evita que vacile ante la presencia de Jesús.
Del mismo modo, concédeme la grandeza de
recibirlo con júbilo.
Convierte mi corazón en su hogar
¡Oh gran Espíritu Santo, gran consolador!
acompaña este tiempo con tu amor.
Acércame a Dios,
coloca en mí su bienaventuranza
y mantén viva la llama de la adoración.
Has que este instante de consagración
sea eterno y renueve mi fe y mi fervor
para que nunca me aparte del camino de Jesús.
Se luz y guía.
Has que esta entrega sea infinita.
Permite que Jesús en cuerpo y alma
habite en mi para siempre.
Poderoso Espíritu Santo,
que mi alma encuentre la paz
y la dicha de recibir al hijo de Dios.
Ante este santísimo sacramento,
te pido con fervor que resguardes mi convicción
afiances mi fe y mi adoración.
Con tu compañía y tu orientación
Jesús encontrará un lugar para morar
Sin temor a la traición.
Oh Cristo redentor, con la pureza de tu amor
convierte mi vida para la virtud
y la consagración a Dios padre.
Espíritu Santo, revélame tu bondad,
derrama en mi tu sabiduría
para que este día de eucaristía
sea enaltecido por Dios.
Además, perdona todos mis pecados
que en esta confesión ante ti declaro,
asimismo, que no haya espina que
entorpezca el advenimiento de Jesús.
Te pido que el vino y el pan me fortalezcan,
si la incertidumbre en algún
momento me embargara
que esta comunión sea mi firme devoción.
Poderoso Espíritu Santo,
te entrego mi alma para que intercedas por mi
ante Dios nuestro Señor para
que me conceda su bendición
Recibo a Dios Hijo en tu nombre.
Glorioso, grande y puro Espíritu Santo.
Consolador eterno de las almas
creyentes y devotas ¡conságrame!
Gracias por siempre.
¡Amén!
¿Cuál es el origen de adoración al santísimo Sacramento?
En realidad, adorar al santísimo sacramento tiene origen en los templos y conventos cuando se realizaba su bendición como parte de la vida en retiro. Sin duda, era una rutina de devoción y fe.
Entonces, este acto se realizaba en un lugar habilitado especialmente para este fin, separado alejado de la iglesia y del altar donde se cumplían los servicios o cultos.
En resumen, la adoración al santísimo sacramento, encuentra un primer testimonio en San Basilio, de quien se refiere que, en la conmemoración de una misa, partió el pan en tres partes: una para él, una para los monjes que le acompañaban y otra para una paloma que adornaba el altar.