¿Cuándo murió y cómo fue el Martirio de San Lorenzo? Patrono de los cocineros
¿Cuándo murió y como fue el martirio de San Lorenzo? El llamado patrono de los cocineros, tuvo a lugar una historia muy trágica en la década del primer siglo después de Cristo. Durante esta época una de las razones más castigadas por los mandatarios o emperadores de roma, pertenecía al culto de la religión conocida desde entonces como el cristianismo.
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San Lorenzo siendo diácono de la iglesia católica y perteneciendo a un alto rango de esta religión era imposible sus esfuerzos por ocultarse de sus perseguidores. Además de que todo el tiempo estaba detrás del papa de la religión católica, puesto que era su deber el de acompañarlos a los asuntos que le daba su cargo. El cómo murió este santo no es ningún secreto, de hecho al decir su nombre es lo primero que a las personas que conocen de su historia les viene a la mente.
¿Cómo fue el martirio de San Lorenzo?
San Lorenzo fue martirizado el 10 de agosto del año 258, de una manera salvaje en frente de muchas personas que presenciaron de sus últimas bocanadas de aire, además cabe destacar que su muerte fue 4 días después del martirio del papa de esa época Sixto II.
Su martirio es una de las razones más importantes por las que es recordado este santo. No crean que fue algo muy lindo de presenciar. Además es recordado de esa forma. Puesto a que días antes de su muerte se conocieron muchos milagros. Además de desafiar los reclamos del emperador de esta época conocido como Valeriano. Sin embargo, se le conoció con un alma y espíritu feliz, tanto que las personas recurren a él para diferentes suplicas.
Épocas de las persecuciones
Como bien habíamos dicho durante estas épocas las persecuciones a todos aquellos creyentes de la religión conocida como el Cristianismo desde aquel entonces. Era una actividad muy frecuente y castigada de una forma severa, a la par que cruel durante estos años. La persecución de esta mártir que luego fue nombrado como santo no es la excepción. Pues Valeriano comenzó la búsqueda de señores importantes del cristianismo, como lo es el papa, los obispos y los diáconos de esta religión.
San Lorenzo era el diácono encargado de seguir los pasos del papa Sixto II para evangelizar las zonas donde más se desconocía la religión cristiana, además de asistir los llamados que su puesto le otorgaban.
San Lorenzo fue martirizado por los guardias romanos en frente de muchas personas luego de ser torturado durante varios días. Este lo condenaron a morir quemado sobre una parrillera. Ya que el emperador había ordenado que gracias al valor de sus esfuerzos. San Lorenzo debía de morir de una forma digna de sus delitos, por lo que el 10 de agosto de 258, este fue colocado vivo sobre una parrillera candente en donde todas las personas presentes presenciaron de su muerte.
Sin duda alguna no es una historia para disfrutar. Pero gracias a esta muerte muchas más personas despertaron, y se dieron cuenta de que los malos de esta historia no era la religión cristiana. Ya que ellos solo querían realizar su culto a Dios en paz sin ser víctimas de persecuciones y martirios como el que habían presenciado. San Lorenzo fue uno de los héroes del cristianismo desde entonces. Enseñándonos que no importa si nuestra vida está en riesgo, debemos de mantener nuestras fuerzas y el culto a Dios en todo momento.
¿Qué nos enseñó San Lorenzo con su muerte?
La muerte de San Lorenzo sin lugar a dudas fue trágica, pero esto no quiere decir que no hemos aprendido nada sobre ella, gracias a los esfuerzos de este santo la iglesia cristiana poco a poco fue más conocida en todos los lugares del mundo, e historia nos enseñar que el valor y la valentía por defender nuestros principios no deben de doblegarse ni siquiera en los días en que se acerquen nuestra muerte. Además de revelarnos la incógnita de ¿Cuándo murió y como fue el Martirio de San Lorenzo?
Es por esto y muchas razones más que la muerte de San Lorenzo no fue en vano. Además de todos los milagros que realizó días antes a su muerte. También nos enseñó que Dios no nos desampara ni en los momentos en que más necesitamos del amor y el valor de Dios.